martes, 22 de enero de 2019

De profesión ociosa

Como quizás ya he mencionado recientemente, estoy yendo a terapia. Dos veces por semana. Cual loquita, si. La idea empezó mientras estaba en los barcos, la necesidad de resolverme a mí y mi vida era cada vez más sofocante y luego de pensar y repensar todo mil veces me di cuenta de que estaba en un laberinto de opciones y no estaba pudiendo verme en perspectiva. La psicóloga viene a ser eso, un dron con el que filmas el laberinto desde arriba y vas viendo todos los caminos, de donde vienen y a donde van y en ultima instancia la salida. Claro, siempre volves a entrar en otro laberinto después, hasta que aprendes a mirar desde arriba y otras herramientas para no enredarte más.
Es en este contexto que empezó a surgir un estrés y una incertidumbre con respecto a qué soy. Y no de identidad, porque se muy bien quien soy y que soy y que no y que quiero y que no. Que soy onda, profesión.
Me da alta paja la pregunta "que haces de tu vida" y estoy segurísima de haberlo mencionado antes en este blog. Primero, porque es una pregunta aburrida a mí parecer que habla de una conversación plana en la cual lo que intenta averiguar le interlocutore es en que rama se encierra su accionar vital en términos laborales y de intereses. Y estamos en Córdoba, medio conserva, siempre queriendo ser más burguesa, con su demanda de profesionales y con una de las universidades más grandes de Latinoamérica y publica encima, osea, se espera en esta ciudad que tus intereses estén contemplados o encerrados o expresados en una carrera universitaria. Es así. No todo el mundo estudia, pero el mensaje general es que estudiar una carrera es lo mejor que hay. Y no digo que no. Pero si digo que no es para todo el mundo. Literal, por un lado, ya que la formación universitaria siempre fue clasista en el sentido que no todes pueden acceder o permanecer en ella. No todes siendo un gran número que sobrepasa ampliamente el 50% de la población de la ciudad. Pero también en otro aspecto.
Acá entra mi flai. Basicamente soy un tiro al aire. No se sabe cuando voy a salir o para donde. La presión de estudiar una carrera que hay por parte de mi familia paterna es tangible y me persigue en todos mis movimientos y nunca me dejó realmente elegir bien. Y por bien, entiéndase elegir algo que me ayude a sacar lo que sé que tengo adentro. Lo que estudié lo disfruté, porque eso es cierto, mi vida hasta acá la viví de disfrute. Cuando algo no me copó, me tomé el palo. Si me aconsejan que tal cosa no pero a mí me gusta, me tiro de cabeza. Disfruté estudiar en la UNC y me quedé. Pero no voy a ser una Lic. No soy yo. No es de viki ser Lic. Y no está mal. Ni Lic ni Tec ni nada. No va conmigo.
Tampoco lo digo como negándolo, no es una de esas decisiones determinantes y terminantes como no tener hijes. Es más bien como asumir algo. No me gusta esa presión, tengo otros tiempos, otros intereses, mezclados, variados, no caben en un titulo agrupaditos y tematizados. Tengo tendencia al arte y la comunicación, si, por lo tanto, cine. Pero no, no son tan matemáticas las elecciones en la vida, al menos no para mí. Y me doy cuenta y asumo que en mi vida a lo que verdaderamente me he dedicado con coherencia y diligencia y sostenidamente en el tiempo es al ocio.
Ahora sueno loquita en serio. De que mierda habla esta chavona. Hablo del ocio entendido como actividad que se hace exclusivamente para disfrutarla. Me he dedicado a disfrutar. Cuando me la pasé de fiesta, garchando con quien me pareciera lindo e interesante, trabajando de cosas fáciles que no requieran tanto esfuerzo, haciendo amigues en cualquier lado, comiendo interminables asados con mi familia, mirando cualquier cantidad de películas y series, estudiando cosas que me interesaban, dejándome imaginarme siempre en un mundo de rom-com y donde la vida imita al arte constantemente. No es que quiera mostrar una forma marketinizada de mi vida, pero empiezo a creer que hasta ahora la angustia que sentí tantas veces (en este blog está claramente expresada) siempre de fue no poder ser lo que creí que debía ser. Sin embargo, analizando todo con el tiempo, veo que siempre hice lo que quise, no transe con nadie y nunca me faltó la plata ni los motivos para brindar.
Hoy creo que puedo ver las cosas de otra forma, asumir un poco más quien soy, darme un respiro. Entender que de verdad, de veritas de veritas no tengo que hacer lo que nadie diga que debería, no tengo que sentirme mal por no poder etiquetarme con una profesión, no he tomado malas decisiones ni soy una erradora crónica como me hice creer. Desde hoy me asumo de profesión, ociosa. Y que vengan de a une a decirme que no, que me encanta pelear.