sábado, 19 de agosto de 2023

Viaje de vuelta

 No creo que me acostumbre nunca a viajar. Es una tecnología de vida que le es extraña, es lo contrario del hogar. El hogar me es familiar y cercano, seguro, lo conozco, lo entiendo y lo nutro. Creo hogares a donde quiera que vaya, es mi alegría vivir así, en un hogar, y ya. Nada más necesito. Bueno, no es cierto, necesito el cambio de rutina, necesito la cachetada de la incertidumbre, la odio pero la necesito. Por eso viajo, como puedo, trabajando con una jefa insufrible. Un momento estaba temiendo que algo salga mal y no poder ir al Ventura y al otro ya instalada con mi chico y enseguida ya se fue y tuve que fumarme a esa jefa del orto y pero volvió mi chico pero ahora de pronto estoy en un avión. Es cierto que la vida pasa rápido y no hace falta llegar a viejo para darse cuenta. Me doy cuenta que la vida pasa rápido porque no me da respiro, al menos así me siento. No tengo un minuto para reaccionar, todo tengo que hacerlo sobre la marcha y decidir, y decidir lo correcto. Viajar acentúa ese acelere y por mucho que lo haga no me acostumbro. Quizás deba viajar viviendo, porque trabajar no es vivir, con sinceridad hablemos. Hace años supe que yo era team ocio pero con el tiempo fui aprendiendo que es algo serio, una filosofía de vida que se basa en la lentitud y el hogar. Trabajar es sólo un medio para comprar ocio, disfrute, comprar vida. Nada es gratis y yo no sólo quiero vivir sino vivir bien. A saber: hacer lo que quiera, comer lo que quiera, ir a donde quiera. Aprender cosas nuevas, tener personas que me las enseñen. No preocuparme por las cuentas. Poder ir a ver un animal en su habitat natural, una montaña con nieve y estar junto a ella hasta que la nieve se derrita. Ayudar a otros también, tal vez. No sé si sería humanitaria, porque de por sí ahora no lo soy. Viajo y eso no es humanitario, escapo y dejo atrás lo que me preocupa en vez de cambiarlo, no soy tan fuerte ni tan inteligente. También dejo atrás mis hogares, construyo muchos sin parar y dejarlos me duele y siempre me duele perder esos caminos. Es mi historia de siempre empezar cosas y no terminarlas. Quizás por eso no me acostumbro a viajar así, viajar cada seis meses evidencia las cosas no terminadas. Quiero construir algo para siempre, sólido, indestructible, indivorciable. Un hogar móvil que pueda llevar a todas partes sin que duela. Quiero conservar todos mis amigos, poder ir a verles, vivir cerca de elles. Traerme a mi familia a cuestas, que nadie nunca muera. Los viajes se asemejan da la muerte porque alguien se va y su cuerpo hace falta. En lo que se diferencian, es en que viajando también se puede volver.