Estoy a punto de irme otra vez. Me entusiasma, no quiero pensarlo mucho porque no quiero crearme más expectativas, pero mentiría si dijera que no tengo algunas ya creadas. El barco que se viene es lindo, grande y nuevecito y me tocan puertos a los que nunca fui. La compañía es yanki y pertenece al grupo Royal Caribbean, y Royal fue la empresa en la que mejor la pasé. Siempre tengo nervios cuando me voy, y miedo.
Me da miedo perderme, igual que todas las veces, en el mundo del barco. El mundo del barco es un mundo burbuja que no sé hasta donde sirve, porque cambia de barco a barco y a veces de año a año, entonces no es constante, no es realmente una construcción, es más un espejismo. Como en el desierto ves un oasis porque necesitás agua, se siente y se ve real, pero no dura y por fuera del barco hay cosas que quiero de esta vida y que no puedo perder de vista una y otra vez.
Quiero bailar. Quiero aprender. Quiero conocer lugares, de verdad conocerlos. Y personas, poder quedármelas, no tener que despedirlas todo el tiempo. Quiero habitar una casa y una ciudad. Quiero volver a juntarme con amigas de esas que te hacen sentir que no te vas a perder nunca más, porque te muestran quien sos porque te dejan ser. Quiero resolver mis mambos. Todo eso quiero, y más.
No me tientes con tu vida fácil y pasajera, barquito, y tus chongos internacionales. No me tientes con tus dólares y tus playas y ciudades. No me dejes enamorarme para evadirme, y estresarme para ocuparme. No me transformes en la chica que soy cuando atiendo a mis huéspedes. Manteneme como la sindicalista que soy cuando voy a la reunión de bienestar de tripulantes y la romántica de la vida que simplemente está de novia con el mar.
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