martes, 30 de octubre de 2018

Tinder

Yo debería estar buscando trabajo, para subsistir al menos hasta que decida qué hacer con mi vida, ya que mi plan A, que mi novio me preste plata hasta enero, no estaría siendo posible de poner en práctica, dada la falta de novio. Corté y eso será material de otro posteo. Por el momento puedo decir que me quedé en la nada misma, que ya hasta parece mi hogar de tanto tiempo que pasé acá. Ya tiene mis cuadritos y mis cuadernos, mi cama y una compu con Netflix. La nada es hermosa, sumamente cómoda, no me juzga, no me exige, no me reclama. Pero también es eso, NADA.
Yo debería estar tomando decisiones y trazando planes. Activando.
En vez de eso, me instalé Tinder. Por un lado porque mi amiga me obligó, la gente a mi al rededor no parece entender que tengo un problema con mi sexualidad y es que descargo toda mi ansiedad y frustración y falta de control y poder sobre mi vida ahí. Y que clase de sexo puede salir de eso? Bueno, no. Malo. Feo, desconectado. Del que te hace sentir usada por tu propia decisión. Cuantos años ya de eso. Por otro lado, tenía la ridícula ilusión de encontrar ahí a dos personas: el amigo de mi hermano, que es 4 años menor que yo, y mi amor de la primaria. Por motivos en los que no vamos a adentrar, no tendría el coraje para hablarles de que me gustan. Quizás porque corté hace menos de dos semanas y no estoy lista para nada de esto y sé que en realidad lo hago por ansiedad y porque no sé qué más hacer conmigo.
La cuestión es que no es la primera vez que lo descargo. Y, como muchas otras desventuras en mi vida, no fueron mencionadas las veces anteriores ya que fueron un rotundo fracaso. Digo, ya bastante me doy con un palo en este blog. La verdad es que el Tinder me resulta bastante nefasto. O quizás no es la aplicación en sí, si no lo que muestra, los hombres de esta ciudad que no saben conectar con una mujer sin degradarla. Te dan charla, en el mejor de los casos tenes una conversación que te saca una sonrisa. Después los ves, te cogen y no te hablan nunca más. No es que esperara mucho más, pero la sensación que queda es innecesaria. Que necesidad hay de tratarse así. Debe ser que todes tenemos cierto nivel de ansiedad y así nos manejamos y algunes quedan más herides que otres. A menudo pensé que si yo no lo disfruté ni me sentí bien, él tampoco. Y que tanto como él no me habló más, yo tampoco. Quizás es demasiado ingenuo de mi parte, no debería ser tan comprensiva. No lo sé.
El caso es que no sirve.
Mi amiga que me obligó a descargarlo y otra amiga más me dijeron las dos lo mismo: que no demonice mi sexualidad. Que no sienta culpa o vergüenza. Y es que no entienden. Hoy en día, con tanto debate sobre las mujeres y lo que podemos y queremos hacer, se han creado como dicotomías absolutistas que no van con la realidad. Si una coge por ansiedad, por soledad, por insatisfacción con la vida, por frustración, por que es el único modo de sentir que se tiene control sobre algo por más mínimo que sea, no es sano. Simplemente es incorrecto. No porque tenga que ser casta y bella y no puedo ser dueña de mi sexualidad y mis decisiones. Si no porque para hacerlo, tengo que estar fuerte y pensar antes de actuar y hacer cosas que me hagan bien.
No sé si me explico... Para variar...
Todo esto para decir que se acabó la cháchara. Me voy a poner bien y voy a tener sexo placentero, voy a pedir que me chupen la concha y voy a dar besos y a disfrutarlo. Y lo voy a hacer en el debido tiempo, cuando me sienta que estoy lista para compartirlo. Y hoy voy a desisntalar el Tinder.
He dicho.

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Usted acaba de escuchar parte de la conversación casi interminable conmigo misma que durará toda mi vida y cuyo archivo comparto con la nada virtual. Siéntase libre de opinar del tema en cuestión.