jueves, 31 de marzo de 2011

Estudios sobre la Histeria vol.VI

Volvemos a analizar el comportamiento histérico masivo humano en otra edición de Estudios sobre la Histeria. En esta edición nuestra desesperada corresponsal nos cuenta la exageración de personalidad a la que lleva la histeria.
Como vimos en la segunda edición de este reporte mental tan interesante, ''Según Wikipedia '(...)El cerebro histérico no está enfermo, pero ciertas regiones son, manifiestamente, sede de una actividad anormal, y determinados circuitos parecen encontrarse transitoriamente bloqueados por una especie de parálisis funcional.' Entonces puede manifestarse de muchas formas e incluso tergiversarse hasta convertirse en algo totalmente diferente.''
En ese caso analizábamos la ira como explosión de la histeria contenida. Pero hay otra forma de despliegue catastrófico histérico que no había registrado hasta el día de hoy y del cual personalmente e incluso siendo crítica de tal condición mental padezco. Llamar la atención puede parecer un síntoma normal de las hormonas o ciertocontexto en la infancia que lleva a una persona a que al crecer necesite contención externa constante. No obstante, aquí en Estudios sobre la Histeria no nos parece una boludez. Médicamente al extremo, dicha patología psicológica puede transformarse también en una afección médica denominada Síndrome de Münchhausen en la que la persona inventa problemas de salud reales para atraer la atención que necesita. Esta condición suele presentarse en personas que en su infancia o temprano desarrollo hasta la adolescencia o pubertad han tenido número de experiencias hospitalarias con mucha atención al enfermo (algún familiar con enfermedad terminal o simplemente falencias salubres varias).
Pero sin alarmarnos y a lo nuestro, la histeria que se acumula es un problema y se acumula no sólo en histéricos que abusan de dicho recurso para entablar relación con el sexo que les atraiga, si no también en gente que no acostumbra a utilizarla pero que la recibe externamente de personas que atrae, que frecuenta o de quienes tiene ciertas expectativas de intercambio social. Un ejemplo, una persona normal desea a otra e intenta relacionarse con ella pensando que esa persona se maneja como uno, pero luego descubre con pesar que esa persona no sólo no se relaciona de una forma saludable, sino que es frecuentada por gente insoportable que terminan, entre todos, metiéndolo a uno en ese círculo vicioso de histeria reciclada que como jugando a las atrapaditas, se van pasando la histeria de unos a otros hasta que le llega a uno que nada tiene que ver con todo ese despliegue exhaustivo y perturbador.
Entonces con esa histeria que uno va recibiendo al apostar por la gente que en realidad no da, se hace un cocktail patético de no recibir calmante sexual (ya que esta gente a uno lo deserotiza y no puede relajarse) y diferentes escenarios propicios para llamar la atención. Este llamado de desesperación social puede presentarse como un comentario previamente producido con el objeto de relucir algo propio que suponemos le va a gustar al otro, una escena de celos, un acoso involuntario inconsciente hacia alguien a quien tampoco nos sentimos taaan atraídos, un comentario mordaz impulsivo después del cual los presentes se quedan callados preguntándose porqué fulana invitó a esa amiga tan mala onda, etc.
El problema de la ira como explosión de histeria estaba en que también podía implotar y corroer el ser o la personalidad de una persona terminando por volverla totalmente violenta y resentida. En el llamar la atención lo terrible no es lo interno personal si no más bien en lo social. Digamos que básicamente uno queda como un reverendo pelotudo y no lo vuelven a invitar y encima si uno es una persona íntegra y se respeta y se quiere y se gusta se termina dando cuenta de que odia llamar la atención y de que no tiene porqué hacerlo ya que su personalidad le basta. A mi me pasa. Pero el tema es que siempre me doy cuenta

DESPUÉS
de quedar como una pelotuda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Usted acaba de escuchar parte de la conversación casi interminable conmigo misma que durará toda mi vida y cuyo archivo comparto con la nada virtual. Siéntase libre de opinar del tema en cuestión.